sábado, 7 de junio de 2008

Antología de gatos para gatos

A un gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condescendiente a la morosa
Caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo éstas. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

Jorge Luis Borges

El gato

Usa tanta astucia y tanta
indiferencia, que finge
como una actitud de esfinge,
que nada asombra y espanta.
Su malignidad me encanta
y, en cambio, me desespera
la crónica carraspera
del ron ron de su garganta.
Lo estoy mirando. Su pelo
es brillante terciopelo
que se quema con el sol;
y sobre el negro tejado
duerme, y parece, enroscado,
un enorme caracol.

Ovidio Fernández Ríos

El congreso de los ratones

Juntáronse los ratones
para librarse del gato,
y, después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel;
que andando el gato con él
guardarse mejor podrían.
-¡Pensamiento agudo a fe!-
dijo un ratón literato,
fingiendo cojear de un pie-:
¡A ver, señores!, ¿quién le
pone el cascabel al gato?

Lope de Vega

Presentación

Me llamo Malvina porque mis amos me encontraron un 2 de abril frío y lluvioso. No son muy patriotas, pero me bautizaron espontáneamente sin consultar en ningún libro de nombres o internet. Ese día se murió el Papa y tuve la suerte de ser señorita porque mi ama mayor me aterrorizaría llamándome Juan Pablo, nombre nada adecuado para un gato. Mi vida es la “pachorra completa”. Mi ama menor me envidia profundamente: tanta siesta y caricias corporales. Cuando llegué a sus vidas no tenían ninguna experiencia en mascotas de mi tipo y me daban todo tipo de comida: milanesas, leche, atún, hígado… Me llevaron a la veterinaria y con hermosas palabras pudo explicarles lo que mis tripitas reclamaban y yo maullaba a gritos. Empecé a comer comida balanceada de la mejor marca y deje de ser un peluche familiar para transformarme en un “presupuesto familiar”. Estaba en la lista mensual de pagos junto al gas, la luz, el impuesto inmobiliario y el teléfono. A los seis meses me empezó a gustar un muchachito marrón de ojos celestes. ¡Qué calentura! Maullaba todo el día, me escapaba por el techo para buscarlo… Fueron dos días de persecución inútil. A la mañana siguiente me metieron en una mochila y de nuevo a la veterinaria. Ya no tuvo palabras hermosas, sacó un tubo con una aguja y ya no me acuerdo más. Me desperté toda dolorida con un cono de plástico alrededor del cuello. “Malvina lamparita” me decían mis amos sádicos. Ya no sentía nada por los gatos y empecé a comer más de la cuenta. “Malvina vaquita” me nombraban ahora. Mi color ayudaba: blanco y negro. “A vos, Malvina, lo que te mata es la televisión en colores” me decía mi ama menor.
Tengo una vecina loca, María Castaña, que con mi ama menor vamos a visitar casi todas las tardes, la señora insiste en que me haga amiga de su tortuga pero me duermo de solo verla y paso todo el rato roncando.